Fuente: elciudadanoweb.com
Mariano y César tienen 36 y 26 años, respectivamente. Se conocen desde hace cinco, son policías y en la última semana de este mes contraerán matrimonio por iglesia. Así, no sólo serán una de las primeras y pocas parejas gays de las fuerzas de seguridad en casarse, sino que también serán la primera pareja homosexual de América latina que contará con la bendición de la religión. Podría decirse que la noticia –como si fuera poca cosa por sí misma– “muere” ahí: no hay detrás de la historia de Mariano y César algún rastro de discriminación, algún tipo de “lucha” que vaya más allá de la que puede tener cualquier pareja. Ellos mismos afirman, reiteradamente y sabiendo que rompen conceptos y prejuicios del imaginario social habitual, que son “normales”.
“Queremos que se vea que esto se puede hacer, que no hay tanta discriminación, ni adentro de la fuerza ni por afuera; que se vea normal. Este es un casamiento como cualquiera, somos dos personas como otras: tenemos una casa, la remamos todo los días, nos peleamos, charlamos, y todo eso que hace a una pareja normal”, resaltaron.
“Hacemos una nota porque somos gays, sí. Y porque nos casamos por iglesia. Y porque somos policías”, resumió Mariano. Tanto él como su pareja dicen que no quieren que su casamiento sea un “circo mediático”. Lo pensaron, y ya está dispuesto, como algo íntimo: con la familia y los amigos. Nadie más. Sin embargo, entienden también que así como ellos son normales, la historia en sí misma no lo es. Y quieren contarla para que se sepa que casarse, formar una familia y un hogar con la persona que cada uno elige, dentro de cualquier profesión y de cualquier religión, es posible, es un hecho concreto que puede palparse en una casa, en una ley y en el papel de una libreta de matrimonio.
La entrevista de El Ciudadano está regada con mates, en la casa que ellos construyeron sobre un terreno que compraron hace más o menos dos años, en barrio Fisherton Sur. Mariano toma un café. César, que es entrerriano, ceba mates amargos. Dice que él los prefiere así, pero que conviviendo con su novio tuvo que acostumbrarse a tomarlos dulce. De fondo se escuchan los ladridos de sus perros, Dama y Max, y el cascabel del gato, Tomy. “Fijate que el techo es de chapa limpia”, señaló Mariano mirando hacia arriba, para describir cómo es la construcción de la casa. “No es un palacio. Pero es nuestro palacio, nuestro hogar”, afirmó. Y agregó: “Construimos esta casa por pura oración”.
César y Mariano se conocieron hace cinco años y medio por chat. Según su relato, César fue el insistente. Él dijo que perseveró, y triunfó. “Basamos nuestra relación en la charla. Entre nosotros, todo se habla. En un momento llegamos al punto de estar alquilando juntos una pieza en una pensión. Luego compramos este terreno. Era un basurero. Picamos escombros y sacamos basura: con mucha oración se transformó en una casa”, detalló. En el barrio, contaron, todos saben que son policías y pareja. “Y nadie nunca nos faltó el respeto. Si desde acá podemos mostrar la diferencia a Rosario, bienvenido sea”, señaló Mariano.
El casamiento, para ellos, siempre fue un anhelo. Tanto es así que César ni se lo imaginaba. Ahora están agobiados con tantos preparativos. Quieren que todo sea “ultra perfecto”. Ya tienen el salón, el lugar para la ceremonia, los invitados y los padrinos. La madrina, cabe destacar, será Angie Álvarez, la mujer trans que también es policía. El padrino es un amigo de los dos, se llama Iván y los conoce “desde que empezó la relación”. Iván “conoce todo, las idas, las vueltas, las peleas…”.
Mariano es hijo de creyentes, sus padres son evangélicos: “Yo pienso que Dios te ama tal como sos. No te juzga, eso lo hace el hombre. Dios nos hizo así desde antes de la fundación del mundo, él nos moldea para que cada uno sea lo que es”. César, por su parte, proviene de una familia católica: “Con la Iglesia católica me peleé hace muchos años. No tengo feeling, hay cosas que no me gustaron. Digo, además, que Dios nunca me atendió el teléfono. Sin embargo, fui volviendo a él. Nunca había pensando en una iglesia evangélica, no sabía de qué se trataba. Ahora pienso que es distinto”.
Así como los dos lograron encontrar un lugar donde su fe y sexualidad pueden convivir, en su lugar de trabajo también les abrieron las puertas para que convivan en armonía. Ambos aseguran que en la Policía, hoy en día, “la mente es más abierta”, y que sus compañeros de trabajo están “recontentos”, con ganas de ir a la fiesta. Mariano es hijo, hermano y nieto de policías. Dice que ama su trabajo. César es policía por “las vueltas de la vida”, porque la pareja necesitaba un sueldo más y ahí pudo encontrar un espacio cómodo. César, además, estudia bioquímica. Por la Universidad llegó a Rosario, conoció a su actual novio y obtuvo su trabajo.
Hace dos años que la pareja se comprometió, durante el festejo del Año Nuevo. Iban a casarse antes de que existiera la ley de matrimonio igualitario: estaban tratando de encontrar algún tipo de unión civil para que, en caso de que le pasara algo a uno de los dos, por los riesgos propios de la profesión, el otro pudiera decidir sobre los bienes que tienen en común.
Además, entre sus planes está adoptar para, así, ser una verdadera familia, con un varón y una nena. Que el varón sea mayor para que cuide a su hermanita. “La ley de matrimonio igualitario se aprobó mientras buscábamos algún tipo de figura legal. Me acuerdo de esa noche, estuvimos prendidos a la tele, escuchando tantas cosas que se dijeron…”, recordó César. El año pasado iban a casarse y los planes “se pincharon”. “Entonces yo dije: este año me caso sí o sí”, sentenció Mariano. Y así será nomás. El 26 y 27 de este mes el anhelo será realidad: tendrán los dos la oportunidad de declarar que quieren pasar el resto de su vida juntos, frente a la ley y frente a Dios.
“Queremos que se vea que esto se puede hacer, que no hay tanta discriminación, ni adentro de la fuerza ni por afuera; que se vea normal. Este es un casamiento como cualquiera, somos dos personas como otras: tenemos una casa, la remamos todo los días, nos peleamos, charlamos, y todo eso que hace a una pareja normal”, resaltaron.
“Hacemos una nota porque somos gays, sí. Y porque nos casamos por iglesia. Y porque somos policías”, resumió Mariano. Tanto él como su pareja dicen que no quieren que su casamiento sea un “circo mediático”. Lo pensaron, y ya está dispuesto, como algo íntimo: con la familia y los amigos. Nadie más. Sin embargo, entienden también que así como ellos son normales, la historia en sí misma no lo es. Y quieren contarla para que se sepa que casarse, formar una familia y un hogar con la persona que cada uno elige, dentro de cualquier profesión y de cualquier religión, es posible, es un hecho concreto que puede palparse en una casa, en una ley y en el papel de una libreta de matrimonio.
La entrevista de El Ciudadano está regada con mates, en la casa que ellos construyeron sobre un terreno que compraron hace más o menos dos años, en barrio Fisherton Sur. Mariano toma un café. César, que es entrerriano, ceba mates amargos. Dice que él los prefiere así, pero que conviviendo con su novio tuvo que acostumbrarse a tomarlos dulce. De fondo se escuchan los ladridos de sus perros, Dama y Max, y el cascabel del gato, Tomy. “Fijate que el techo es de chapa limpia”, señaló Mariano mirando hacia arriba, para describir cómo es la construcción de la casa. “No es un palacio. Pero es nuestro palacio, nuestro hogar”, afirmó. Y agregó: “Construimos esta casa por pura oración”.
César y Mariano se conocieron hace cinco años y medio por chat. Según su relato, César fue el insistente. Él dijo que perseveró, y triunfó. “Basamos nuestra relación en la charla. Entre nosotros, todo se habla. En un momento llegamos al punto de estar alquilando juntos una pieza en una pensión. Luego compramos este terreno. Era un basurero. Picamos escombros y sacamos basura: con mucha oración se transformó en una casa”, detalló. En el barrio, contaron, todos saben que son policías y pareja. “Y nadie nunca nos faltó el respeto. Si desde acá podemos mostrar la diferencia a Rosario, bienvenido sea”, señaló Mariano.
El casamiento, para ellos, siempre fue un anhelo. Tanto es así que César ni se lo imaginaba. Ahora están agobiados con tantos preparativos. Quieren que todo sea “ultra perfecto”. Ya tienen el salón, el lugar para la ceremonia, los invitados y los padrinos. La madrina, cabe destacar, será Angie Álvarez, la mujer trans que también es policía. El padrino es un amigo de los dos, se llama Iván y los conoce “desde que empezó la relación”. Iván “conoce todo, las idas, las vueltas, las peleas…”.
Mariano es hijo de creyentes, sus padres son evangélicos: “Yo pienso que Dios te ama tal como sos. No te juzga, eso lo hace el hombre. Dios nos hizo así desde antes de la fundación del mundo, él nos moldea para que cada uno sea lo que es”. César, por su parte, proviene de una familia católica: “Con la Iglesia católica me peleé hace muchos años. No tengo feeling, hay cosas que no me gustaron. Digo, además, que Dios nunca me atendió el teléfono. Sin embargo, fui volviendo a él. Nunca había pensando en una iglesia evangélica, no sabía de qué se trataba. Ahora pienso que es distinto”.
Así como los dos lograron encontrar un lugar donde su fe y sexualidad pueden convivir, en su lugar de trabajo también les abrieron las puertas para que convivan en armonía. Ambos aseguran que en la Policía, hoy en día, “la mente es más abierta”, y que sus compañeros de trabajo están “recontentos”, con ganas de ir a la fiesta. Mariano es hijo, hermano y nieto de policías. Dice que ama su trabajo. César es policía por “las vueltas de la vida”, porque la pareja necesitaba un sueldo más y ahí pudo encontrar un espacio cómodo. César, además, estudia bioquímica. Por la Universidad llegó a Rosario, conoció a su actual novio y obtuvo su trabajo.
Hace dos años que la pareja se comprometió, durante el festejo del Año Nuevo. Iban a casarse antes de que existiera la ley de matrimonio igualitario: estaban tratando de encontrar algún tipo de unión civil para que, en caso de que le pasara algo a uno de los dos, por los riesgos propios de la profesión, el otro pudiera decidir sobre los bienes que tienen en común.
Además, entre sus planes está adoptar para, así, ser una verdadera familia, con un varón y una nena. Que el varón sea mayor para que cuide a su hermanita. “La ley de matrimonio igualitario se aprobó mientras buscábamos algún tipo de figura legal. Me acuerdo de esa noche, estuvimos prendidos a la tele, escuchando tantas cosas que se dijeron…”, recordó César. El año pasado iban a casarse y los planes “se pincharon”. “Entonces yo dije: este año me caso sí o sí”, sentenció Mariano. Y así será nomás. El 26 y 27 de este mes el anhelo será realidad: tendrán los dos la oportunidad de declarar que quieren pasar el resto de su vida juntos, frente a la ley y frente a Dios.
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