Se venía diciendo desde atrás (y sobre todo se dice desde ek 11.06) que hay un posible lobby gay que dirige ciertos hilos de la política del Vaticano (no de la Iglesia de Jesús, en su noble acepción ¡Dios me libre!). El problema, si es que tal lobby existe, no es el sexo (¡bendito sea!), sino un tipo de poder corrupto, que es el que debe desaparecer, salvando a las personas por amor, como hace Jesús con la prostituta de Lc 7, del domingo pasado).
Según la acepción más corriente, lobby (del inglés sala de espera) es «un colectivo con intereses comunes que realiza acciones dirigidas a influir ante la Administración a fin de obtener beneficios» sea para un grupo o sector de la sociedad. En principio, es bueno que haya lobbis (o lobbies), siempre que se sepa quiénes son sus participantes y qué quieren, dentro del diálogo de intereses, tendencias y grupos de toda sociedad (y en este caso del mismo Vaticano).Lo malo es cuando se hacen secretos, y apelan a medios “inconfesables”, buscando intereses turbios, de tipo económico o personal (y para tapar posible “pecados”), en una línea que podría vincularse con la mafia (para situarnos en línea italiana).
Posible lobby gay… Trece reflexiones
Algo sé de esos temas, pues he vivido seis años en el entorno de Roma, porque he estudiado, he leído y he conocido cientos de vidas de clérigos y de religiosos. Desde ese fondo, de un modo puramente indicativo, me atrevo a ofrecer algunas reflexiones que quieren ser bodadosas, por si ayudan a pensar a otras personas:
1. El celibato “consagrado al servicio del Reino” es un don en la Iglesia de Jesús. No es “el” don (en ese sentido sólo el amor es don de verdad, como sabe 1 Jn y 1 Cor 13, que no hablan de celibato), pero es “un” don importante, un signo carismático, allí donde es signo de encuentro con Dios, de comunión persona y de servicio comunitario.
2. El celibato es carisma y tarea (forma de maduración personal y de relación social) que puede cultivarse tanto entre hetero- como entre homo-sexuales. Como todo gran don implica un riesgo, y allí donde se impone (y se quiere mantener) por obligación puede volverse y a veces se vuelve peligroso (en línea de destrucción personal y de tapadera para ejercer un poder). Algunos piensan que el celibato es más riesgo para los homo-sexuales, por la misma situación en que se encuentran todavía en la Iglesia, pero no lo veo claro, dejo el tema así.
3. El celibato clerical y la “castidad comunitaria” (consagrada) y sido y sigue siendo un don inmenso dentro de la Iglesia, y por la per-versión de algunos no se puede acusar ni condenar a todos. He conocido y conozco, de forma directa a indirecta, ciertos de hombres y mujeres célibes de una inmensa talla humana, que realizan un gran servicio eclesial y social.
4. El gran riesgo católico del celibato está en que se ha vinculado no con un servicio gratuito de amor y de testimonio de vida (cosa que es buena, muy buena), sino con un tipo de “poder eclesial y social”. Allí donde el celibato se pone al servicio de un poder (un poder que sólo se mantiene guardando o fingiendo que se guarda) pierde su sentido y corre el riesgo de corromperse. Ya no vale en sí, por amor a los demás en libertad, sino como medio de poder, y eso es malo.
5. En esa línea, como diré mañana, soy partidario de un celibato opcional y revisable, de hombres y mujeres, de hétero- y de homo-sexuales, con los valores y riesgos que implica en cada caso, sin que se convierta nunca en una forma establecida de poder. Puede haber algunos casos testimoniales de “episcopado” (no éste actual, de la Iglesia de Roma) vinculados al celibato (como en las iglesias de oriente), pero ese es un tema abierto.
6. Puede (y a mi juicio debería) haber en la iglesia un celibato comunitario, de vida religiosa, como testimonio carismático, tanto en hombres como en mujeres. Pero un celibato “sin poder añadido”, como signo de libertad, de desprendimiento (¡pobreza!), de apertura al amor… sin demasiadas normas canónicas, sin demasiadas estructuras económica…
7. Pero quiero pasar ya a lo que hoy toca (Vaticano…), y empezaré diciendo que, por mi profesión, he leído bastante sobre el tema, y he tenido la “suerte” de conocer a varios nuncios y “funcionarios” vaticanos. Algunos han sido grandes personas, otros han vivido el celibato de forma “penosa”, quizá sin gran pecado externo, pero con gran “problemática” de evangelio: En el paquete de su celibato “político” entraba el BMW o el Porsche, con casa oficial, criadas “sagradas” (¡monjas!) a su servicio. Nunca me han cuadrado esos datos, porque a Jesús le importó menos el celibato, pero mucho un tipo de riqueza.
8. Entre los 4.000 (¿es así?) funcionarios del Vaticano muchos son célibes y tienen que seguir siéndolo para mantener el puesto, que no implica muchísimo dinero, pero sí seguridad, y, sobre todo, un tipo de honor. De esos 4.000 (la mayoría varones) hay bastantes “santos” en el sentido convencional del término homo- y hétero-sexuales, personas que “guardan” bien su celibato y que, sobre todo, realizan una función “de amor” por la Iglesia (quizá equivocada, en el sitio equivocado, pero personalmente buena). Hay más hétero- que homo-sexuales, pero (según las estadísticas que corren) el número de homosexuales es muy grande. Es muy normal que algunos (bastantes) tengan problemas con el celibato (y precisamente los malos-célibes son los que imponen a los otros cargas más duras).
9. Ese mismo dato constituye ya “tentación contra el Espíritu” (¡no un pecado, que eso es más serio!). No es normal, ni es serio, fundar una organización de “poder religioso” como el Vaticano sobre el carisma celibatario de sus miembros. ¿Se le habría ocurrido a Jesús pedir el celibato para guardar-mover-vigilar-expedir papeles? Es evidente que entre los “grados de poder” del Vaticano hay problemas de sexo (de hétero- y homo-sexuales), pero sobre todo de poder. Y allí donde el poder se une al sexo (a la apariencia del celibato), como aquí (y en otros lugares semejantes) ha sucedido en los últimos decenios estamos creando una bomba de relojería (y es bueno hacerla estallar; así pido a Dios que el Papa Francisco sea un buen desactivador, pero que lo haga pronto).
10. La culpa no es de nadie (¡y es de todos, en especial de los que forman parte de la red-vaticana!). La culpa viene (¡permítaseme decirlo!) en gran parte de una torcida teología y de una pésima praxis moral rigorista (jansenista, clerical en el mal sentido de la palabra), una teología y moral que ha condenado casi todo tipo de sexo como gran pecado, olvidándose de la justicia, de la fidelidad y de la misericordia… (Mt 23). Lo primero que tenemos que hacer es “normalizar” (humanizar) el sexo y el amor, perder la obsesión por un tipo de pecados sexuales, pues de esa obsesión nacen estos males…
11. Una parte de los “funcionarios” vaticanos (y más cercanos) han vivido obsesionados por un tipo de sexo (¡siempre pecado!); no han abierto las puertas al amor de verdad, en libertad generosa, en gozo humano… Se han hecho ellos (algunos) bien “pequeños” en amor… y es normal que han tenido que buscar “escapes”. Dios perdona todo, perdona siempre, pero la “naturaleza” tiene sus caminos, y no se puede represar el agua de la vida (como sabía Pablo). Algunas condiciones de “poder” y de formación comunitaria de niños y jóvenes no han sido buenas para la maduración en el amor. Es normal que haya habido problemas, escapatorias… a pesar de la bondad y de la grandeza de una gran parte de los religiosos y clérigos.
12. Y voy terminando con el posible lobby gay del Vaticano. He dicho que “no sé hasta qué medida existe”… pero me parece normal que exista, y además el Papa lo ha dicho. Es evidente que no puedo trazar la solución, y creo que el Papa Francisco está empeñado (según creo) en buscar el camino… Pero sé una cosa: Si es del todo cierto que existe tal lobby gay (que no es malo por gay, sino por lobby de poder oculto), la solución está en tomarlo con normalidad, sin grandes escándalos, pero sin miedos. Decir lo que hay, salvando en lo que se pueda a las personas, pero no dejarlas que sigan estando donde están, ni mandando como manda, ni imponiendo sobre los demás unas cargas en las que ellos no creen (y vuelvo Jesús del Evangelio).
13. Estoy convencido de que se deben abrir las puertas y ventanas del Vaticano, con gran amor, para que muchos salgan y quizá no vuelvan, es decir, para no volver a construir otro tipo de Vaticano sobre el poder de 4.000 célibes (quizá algunos menos), con poder y no siempre con “buen celibato de amor”. Es evidente que entre esos 4000 (¡quizá algunos menos!) hay algunos que no pueden vivir el amor con normalidad, sin ocultarlo, y que así tienen que ocultarse y defenderse (y crear estructuras de poder para seguir viviendo como viven). Empezar de otra manera, es lo que hace falta (y procurando hacer justicia de verdad a la víctimas; pero con esto dejamos el tema abierto quizá para otro día). Buen domingo a todos.
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