“Recibimos con serenidad la reciente decisión unánime del Supremo Tribunal Federal (STF) sobre el reconocimiento jurídico de las uniones estables de personas homosexuales. Tal aprobación representa un importante avance en nuestra sociedad en la búsqueda de la superación de todas las formas de prejuicios y un proceso de perfección en el concepto de igualdad y de ciudadanía en una sociedad marcada por el pluralismo, pero también por profundas desigualdades y discriminaciones”, dice don Maurico José Araujo de Andrade, Obispo Primado de la Iglesia Episcopal Anglicana del Brasil.
Nuestro reconocimiento es realizado, afirma, “sobre la base de una sólida tradición de defensa de la separación entre la iglesia y el estado, que no significa la subordinación de un campo al otro, ni la substitución de uno por el otro, sino una vinculación de la autonomía institucional y legal con la libertad de expresión y del pluralismo”.
Considera que la decisión del Superior Tribunal Federal suscita serios desafíos a todos los cristianos de todas las iglesias, ya que se necesita de apertura para reconocer que las relaciones homosexuales son parte de la capacidad de ser de la sociedad y del propio ser humano.
“Reconocemos que aún hay mucho por hacer en este campo, tanto pastoral como social, para afirmar la dignidad de la persona humana y sus derechos. Sabemos que un profundo y largo debate debe ocurrir en la sociedad brasileña en este respecto, y la Iglesia Episcopal Anglicana del Brasil no esta exenta de participar en el, con profunda seriedad y compromiso de entender las implicaciones del evangelio de Jesucristo en nuestro tiempo y lugar”, subraya el primado. “En este momento de cambios, reafirmamos nuestro compromiso de ser una Iglesia que acoge y sirve”, enfatiza la carta.
El Obispo convoca a todos los anglicanos y anglicanas a acoger a las personas que les buscan, a orar por ellas y acompañarles pastoralmente, “entendiendo que la Iglesia es un edificio aún en construcción y que la totalidad de su membresía solamente es conocida por el propio Cristo, Señor de la Iglesia”.
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