el consejero parroquial Florian Stangl
el cardenal de Viena, Christoph Schönborn
el párroco Gerhard Swierzek
¿Le suena a alguien por aquí el nombre de Florian Stangl? ¿Y Stützenhofen? ¿Tampoco? La última es una pequeña comuna de la Baja Austria, de apenas 111 habitantes. Y aquel es uno de estos habitantes. Un hombre de 26 años de edad, con pinta de monaguillo al decir de quienes le conocen, que ha pasado casi toda su –todavía corta- vida en la sacristía de la iglesia de su pueblo.
¿Y por qué viene aquí? Pues porque el señor Stangl merece ser citado por su coraje en la defensa de su fe y de su derecho a vivir como católico aunque algunos se empeñen en que no puede ni debe. Su compromiso eclesial es tan indiscutible que, a finales de marzo, fue elegido “consejero parroquial” –una institución particular de Austria, Alemania y Suiza que permite que los laicos escogidos por la asamblea asuman responsabilidades parroquiales- por una amplia mayoría de los miembros de su comunidad.
Pero Stangl está casado. O casi: vive en unión civil homosexual. Y el párroco –cuyo nombre también vamos a citar, pero por las razones contrarias: Gerhard Swierzek-, haciendo gala de ortodoxia y “pureza de corazón”, que diría monseñor Reig, juzgó que la elección y el subsiguiente nombramiento eran inaceptables. Sus “fieles”, a su vez, no aceptaron el rechazo del sacerdote. Y así.
Conclusión: el párroco buscó el lógico respaldo jerárquico de su arzobispo, nada más y nada menos que el cardenal de Viena, Christoph Schönborn, presidente de la conferencia episcopal austriaca y amigo personal del papa. Schönborn convocó a Florian Stangl y a su pareja a una entrevista “a corazón abierto” . Y dicen las buenas lenguas que acabó impresionado por su sinceridad y la firmeza de su fe. Tanto que Stangl salió de la entrevista como consejero parroquial confirmado.
La primavera hizo el resto. El sobrevenido renombre del párroco hizo aflorar la falsedad que ocultaba tras su dogmática fachada: había mantenido una relación sexual (¡hetero, menos mal!) en una parroquia anterior. Resultó que no tenía tan limpio el corazón como decía. Hoy, el padre Swerzek, desautorizado por su superior y “afectado” por la revelación, ha puesto pies en polvorosa y Florian Stangl dedica su vida, como siempre ha hecho, a servir a su comunidad.
Por una vez, y aunque se ha apresurado a matizar que se trata de una excepción que no modifica en nada la posición de la Iglesia sobre la homosexualidad, un cardenal ha hecho suyo de verdad lo que vino a decir Jesús de Nazareth: donde hay amor, no hay pecado.
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