domingo, 24 de abril de 2011

La CHA celebra 27 años promoviendo derechos


Carlos jauregui y Cesar Cigliutti, en los inicios de la CHA, en Plaza e Mayo

Raúl Alfonsín repetía el preámbulo de la Constitución y aseguraba que los beneficios la libertad serian “para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino”. Lustrosa promesa que como tantas en tiempos de la restauración democrática a partir del 10 de diciembre de 1983, nunca superaron el estatus d ilusión.
Algunos resultados de la dictadura fueron dolorosamente visibles: decenas de miles de desaparecidos, desmantelamiento del aparato productivo nacional, destrucción de la educación publica, del sistema sanitario y del espíritu critico. Pero otros resultados, mucho más sutiles, no eran tan claramente mensurables. La impronta autoritaria engendró las dictaduras y estas, a su vez, reforzaron el espíritu autoritario de grandes franjas de la población. Este círculo vicioso ahogó todo tipo de libertades. Tal vez por eso sus fuerzas políticas no supieron bien que contestar ante la requisitoria de la Coordinadora de Grupos Gay que tímidamente se asomaban al inicio de la democracia.
A poco de asumido el gobierno radical, Antonio Troccoli, entonces ministro del Interior de Alfonsín, enseñaba los limites de los beneficios de la libertad que había pregonado el Presidente durante la campaña. Le preguntaron en la revista El Porteño sobre las continuas razias que sufrían los locales de diversión homosexual y los encarcelamientos que la Policía continuaba realizando con el uso indiscriminado de los edictos que el partido gobernante se había comprometido a eliminar en su plataforma electoral. Su respuesta fue clara y significó la primera gran desilusión para muchos homosexuales que habían votado por el radicalismo. “La homosexualidad es una enfermedad. De manera que nosotros pensamos tratarla como tal. Si la policía ha actuado es porque existieron actitudes que comprometen públicamente lo que podría llamarse las reglas del juego de una sociedad que quiere ser preservada de manifestaciones de este tipo, de manera que no hay tal persecución, por el contrario creo que hay que tratarla como una enfermedad”.
La Coordinadora había elaborado un informe sobre la postura de los partidos políticos respecto a la homosexualidad y concluyo que todos ellos (PJ, PI, MAS, UCR), observaban una marcada homofobia en los principales sectores, ya fuera individual, grupal o de ningún orden.
Por esos años, el candidato a presidente Italo Argentino Luder, alias la Porota, declaraba: “No creo que haya habido persecución (hacia los homosexuales). Desde luego que el peronismo hace una descalificación categórica de la homosexualidad, pero que yo sepa no ha dictado nunca una legislación represiva sobre ese tema”.
También en El Porteño, el periodista Sergio Núñez reveló la actitud de algunos partidos de izquierda sobre la homosexualidad. En esa oportunidad, los sectores juveniles del comunismo, conocidos como “la Fede”, afirmaron con claridad que consideraban que “lo normal es la relación entre el hombre y la mujer”.
Pese a tamaña consideración del arco político, el 16 de abril de 1984, en la disco Contramano, cerca de 150 personas dieron nacimiento a la Comunidad Homosexual Argentina (CHA). Esta fue casi la continuación natural del empuje que había comenzado la Coordinadora Gay, que solía reunirse en Plaza Dorrego, en San Telmo. El primer tema sobre el que había que hacer algo era el de la represión.
Para eso, había que volverse visibles.
Pocos días después, en todos los kioscos del país se vería por primera vez a una pareja de hombres abrazados. Era un ejemplar de la revista Siete Días, de mayo de 1984, y el titulo era “El riesgo de ser homosexual en Argentina”. Uno de los integrantes de la pareja de portada, era Carlos Jáuregui.
Todavía quedaba mucho por aprender. Cuando el 28 de mayo de 1984 apareció en Clarín una solicitada de la CHA era la primera vez que una organización de ese tipo salía a la luz de esa manera. Erala primera vez que los “nefandeados” de la historia tomaban la voz por iniciativa propia, no ya por una nota pergeñada en alguna redacción: La respuesta no se hizo esperar: En la revista católica Esquiu, la Iglesia católica llamaba a desterrar a los homosexuales a la cárcel.
El refugio político y la batalla por la Personería
El primer día de abril de 1991 la Argentina inauguró la era de la Convertibilidad, haciendo que un peso valiera un dólar. De esa manera el país entraba a los empujones al deseado Primer Mundo. Sin embargo la distancia con el “Primer Mundo” era mucho más grande que la que podía acortarse con shoppings monumentales. Había un abismo enorme entre el modo de entender las libertades personales en nuestro país y los países desarrollados con los que la sociedad argentina quería compararse.
El 25 de noviembre de 1991m la Corte Suprema de Justicia había denegado la personería jurídica a la CHA.
En tanto, el presidente Carlos Menem realizaba una exitosa gira norteamericana. Anticipándose a la jugada, había previsto que algo como lo que ocurriría podía suceder. Por eso no se inmutó cuando en plena conferencia de prensa, Alfredo González se paró entre el público y preguntó:
-¿Puede decirme a que se debe la contradicción que usted pregone la libertad para todos los países pero en el suyo se persigue y discrimine a los homosexuales?
-Le quiero dar dos respuestas –contestó Menem, irritado pero sonriente-. Una, que ordené a mis funcionarios que la dependencia a la que corresponde otorgue la personería jurídica a los homosexuales. La otra, es que ese es un problema ya superado en la Argentina.
La personería jurídica de la CHA no solo significaba un reconocimiento estatal de la actividad de la minoría sexual, sino un estatus necesario para recibir dinero del exterior para destinarlo a la lucha contra el SIDA. Tres años de esfuerzos fueron necesarios para conseguir la personería jurídica, lo que cualquier organización de cualquier índole conseguiría en un santiamén.
En 1990, tal cual los términos del Código Civil, la CHA solicitó ante la Inspección General de Justicia el reconocimiento como persona jurídica. El titular del organismo, Alberto González Arzac la negó por considerar a la homosexualidad “una desviación del instinto sexual normal”. El caso paso a la Cámara de Apelaciones en lo civil, quien en agosto de 1990 denegó el pedido en un fallo que decía: “No se deniega en razón de la homosexualidad que pudiera atribuirse a los miembros de la asociación, sino en la descalificación del objeto de la misma, en tanto incluye la publica defensa de la homosexualidad”.
El debate se instaló en los medios.
Un grupo de diputados, en un proyecto de declaración que elevó ante la Cámara Baja, consideró que “rechazar el pedido de personería jurídica solicitado por una organización que defiende explícitamente los derechos de una minoría es un caso paradigmático de discriminación”.
La CHA promovió un recurso extraordinario y en octubre de 1990 la Cámara de Apelaciones en lo Civil elevó la causa a la Corte Suprema, que solo una semana después de que Menem se ufanase en Nueva York que “es un problema superado en la Argentina”, el 25 de noviembre de 1991. lo contradijo negándole la personería jurídica por siete votos contra dos. El fallo se apoyaba en los fundamentos de la Inspección General de Justicia sobre que “la moral cristiana rechaza este tipo de conductas por ser contrarias a los objetivos mismos de la reproducción de la especie”.
Menem no quiera que este tema impidiese su delirante entrada al Primer Mundo, el 20 de marzo de 1992 firmó el decreto por el cual la Inspección General de Justicia otorgó la personería jurídica a la Comunidad Homosexual Argentina.
Como uno de los objetivos iniciales de la CHA desde su creación en 1984 era “generar ámbitos de reflexión multidisciplinarios y estudios sobre la problemática homosexual y difundirlo”, se temía que eso significare “hacer publicidad de la homosexualidad”. Como si alguien se hiciese homosexual por ver una propaganda. Pero a lo absurdo del argumento, la CHA Aceptó que en el párrafo sobre “ámbitos de reflexión y estudios” se especificase que serian de carácter científico y reemplazó “problemática homosexual” por “problemática sexual”.
Mónica Santino, copresidenta de la CHA aclaró: “Nunca estuvo entre nuestras intenciones difundir la homosexualidad, además nadie se hace homosexual por propaganda”, pero reconoció que la personería jurídica “significa sobre todo salir de las sombras y llamar a las cosas por s nombre, lo que no implica que la discriminación hacia los homosexuales haya llegado a su fin. Cuando esto suceda habrá llegado el momento de cerrar las puertas de la Comunidad Homosexual Argentina”.
Terminaba el siglo XX y la homosexualidad entraba tibiamente en la legalidad. Desde entonces la CHA trabaja por la igualdad jurídica y personal de todas las personas LGBT.
•    Extractos del libro Histria de la Homosexualidad en Argentina de Osvaldo Bazan – (Ed. Marea)

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