Ray Dever, diácono de la Iglesia Católica de San Pablo de Tampa (Florida), ha escrito una carta en la que hace un contundente llamamiento a los padres de hijos transexuales: “Amad a vuestros hijos”.
La muerte de Leelah Alcorn, una adolescente transexual, la mañana del pasado domingo en Ohio, ha vuelto a abrir el debate sobre el impacto que la religión tiene en el colectivo LGTB. En la nota de suicidio que escribió la joven, crítica duramente las creencias religiosas de sus padres, cristianos devotos, que no les permiten ayudar a sus hijos transexuales. Carla Alcorn, la propia madre de Leelah, declaró a un reportero de la CNN que: “Nosotros no la apoyamos, religiosamente, en su proceso de cambio”.
Sin embargo, el mismo día que Leelah decidía poner fin a su vida, otro padre demostraba que ser cristiano no va ligado al rechazo a un hijo transexual. En el día en que se celebro la Sagrada Familia, una fecha muy importante en la doctrina católica, Ray Dever, diácono de la Iglesia de Tampa (Florida), escribía una artículo para el blog New Ways Ministry en el que relata el aprendizaje personal que supuso tener una hija transexual.
Dever describe cómo su hija le reveló su condición en otoño de 2013, cuando ella cursaba su segundo año de estudios en la Universidad de Georgetown de Washington: “Esto ocurrió sólo unas semanas después de la famosa entrevista del Papa Francisco en la que decía “¿Quién soy yo para juzgar?”. Con estos acontecimientos mi familia se vio sumida en todas las preguntas y problemas a las que se enfrentan las familias católicas con niños LGTB (…) Nuestro viaje probablemente no ha sido muy diferente al de cualquier familia en esta situación”.
Tras la grave depresión que su condición supuso para su hija durante la escuela secundaria, Dever muestra su preocupación por las graves consecuencias mentales que puede arrastrar este cambio: “Queremos aprender más sobre la depresión y la enfermedad mental, sobre las ideas suicidas y las conductas autolesivas, sobre terapeutas y antidepresivos”.
Además, hace balance del aprendizaje que ha supuesto para toda su familia la identidad sexual de su hija: “Cuando nos lo dijo, mi esposa y yo tuvimos toda la gama de pensamientos y emociones que un padre puede tener en esta situación: shock, falta de compresión, conflicto con la Iglesia, confusión, culpa sobre nuestra capacidad como padres, profunda tristeza por la pérdida de un hijo, miedo, preocupación por el futuro… Había discusiones, noches sin dormir y oraciones, muchas oraciones(…) Pero lentamente, pudimos comprender que no habíamos perdido a la persona que había sido nuestro hijo. De hecho, en muchos aspectos, nos trajeron a nuestro hijo de vuelta cuando consiguió abrazar su identidad de género y emerger de las profundidades de la depresión“. Después de todo el proceso, para Dever, los valores de su hija permanecen intactos: “Toda la creatividad, el humor, la empatía, y la inteligencia que le hacían una persona excepcional todavía están ahí y están brillando más fuerte que nunca“.
En su artículo aprovecha también para enviar un mensaje a los padres que estén en una situación similar a la suya: “El apoyo familiar es problemático en las familias católicas (…) Yo no estoy calificado para hablar en nombre de la Iglesia en cuestiones LGTB, pero he sido encargado por la Iglesia para proclamar y predicar el Evangelio. Y si una cosa está clara en las enseñanzas de Nuestro Señor es que todo el mundo está incluido en su amor y misericordia, y todo estamos llamados a hacer lo mismo. La Iglesias nos llama a, en primer lugar y sobre todo, seguir su conciencia, amar al prójimo, y sobre todo a tu hijos”.
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