viernes, 14 de febrero de 2014

Era sacerdote, dejó los hábitos y se casa con un hombre


Hace 14 años, Andrés Gioeni (41) dejó los hábitos. Abandonó una carrera prometedora, en la que el arzobispado de Mendoza le confió la educación de catequistas y lo convirtió en el director más joven del Instituto de Catequesis de la provincia. Los cargos que le esperaban no importaron. Había llegado el momento de asumir su sexualidad. No fue la primera vez que eligió soltar para avanzar. A los 18 años había dejado a su novia de la adolescencia, la carrera de medicina y la práctica de rugby en el Marista Rugby Club para ingresar al seminario.

Hoy, los años lo encuentran a un mes de casarse con Luis (42), productor de televisión.

-“Buenas noches, ¿qué van a tomar?”-, preguntó Andrés. Era su primera semana como mozo en un boliche gay friendly de Capital. Aún no descifraba como maniobrar la bandeja y era incapaz de memorizar pedidos kilométricos. 

-“Por favor, traeme un Evatest”-, respondió Luis, un morocho de mediana estatura, rasgos delicados y ojos chicos. Andrés dudó. “Soy nuevo. No me hagas bromas”, suplicó. No mentía. El trabajo era un desafío más, en su estrenada vida. -”Si recién empezás, te recomiendo leer la carta del bar. Hay un trago que se llama Evatest”-, sugirió Luis, en una mezcla de irritación y compasión. Ese fue el primer encuentro.

Después de doce años de noviazgo y una convivencia que ya transita una década, el 7 de marzo Andrés y Luis formalizarán su relación en el registro civil de Martínez, en San Isidro. 

Corría 2002. De la Rúa ya había abandonado su gobierno en helicóptero,  el riesgo país marcaba el ritmo de la vida política y económica y en la radio una canción entonada por Mariano Martínez, en su personaje El Rey Sol Marquesi, se volvía hit. En ese contexto,Andrés interrumpió su vida como cura y partió de Mendoza a Buenos Aires. Ya no la retomaría. 

En Capital su primer domicilio fue la Catedral Metropolitana. Las figuras religiosas, que había a su alrededor, lo torturaban. “Todas las mañanas, al salir de la habitación, una señora me consultaba si daría misa. Su pregunta me conflictuaba. Pobre, ella solo quería prepararme la túnica y los elementos litúrgicos”, reconstruyó Andrés a Clarín.

Sin casa, profesión y plan de acción, abandonó la Catedral. Al poco tiempo, consiguió entrar a  a la editorial Claretiana. En forma simultánea, decidió explotar su vocación artística, aquella que venía nutriendo desde su Mendoza natal. Empezó a asistir a clases de teatro, se armó un book fotográfico, desfiló para marcas de ropa y hasta llegó a ser tapa de la revista gay Imperio. La noticia no tardó en llegar a su hogar, el lugar en el que aún lo identificaban como “el padre Andrés”.

Las imágenes inquietaron, provocaron un aluvión de reclamos y consultas familiares, de amigos y ex colegas y, más determinante, desencadenaron que fuese suspendido. Desde entonces, no puede celebrar misa ni confesar

Los años ablandaron el peso de los prejuicios y las relaciones que entabló Andrés pasaron de transgresión a una circunstancia para celebrar: el 7 de marzo, cuarenta personas llegarán desde Mendoza para asistir a la ceremonia

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