miércoles, 25 de abril de 2012

Carta abierta de un cristiano gay a Juan Antonio Reig

 


"Soy homosexual, soy católico... y soy feliz"

"No es nuestra orientación sexual la que nos lleva al infierno. Son discursos como el suyo"

Querido hermano Reig Plá: El que esto escribe es un joven de 30 años que es homosexual y es católico. Y es feliz. Y sé que no soy la excepción que confirma la regla de sus teorías. Conozco hermanos y hermanas homosexuales que son cristianas y son felices, y viven plenamente su afectividad y su fe.
Usted nos presenta unos testimonios que solamente por el hecho de expresar la historia personal de alguien merece todo el respeto y consideración de todos. No seré yo quien juzgue el espacio sagrado que es la intimidad y la verdad de las personas que le han manifestado sus sentimientos.
Son personas que manifiestan un gran sufrimiento desde la infancia: no aceptación, rechazo, falta de autoestima. ¿Qué futuro afectivo y qué equilibrio emocional puede tener alguien que desde niño está escuchando un discurso en que se le dice que su forma de amar es mala, pecaminosa y sucia?
No es nuestra orientación sexual la que nos lleva al infierno. Son discursos como el suyo lo que ha hecho que durante siglos las personas homosexuales hayamos tenido que vivir el amor, como algo sucio, pecaminoso, y esto, haya destruido esa realidad tan humana y tan divina como es el amor. Y no sólo eso, sino nuestra propia dignidad como personas, nuestra autoestima, y nuestra propia capacidad para donarnos.
Son discursos como el suyo lo que han hecho que muchos hermanos y hermanas homosexuales hayan tenido que vivir su afectividad desde el miedo, la ocultación. Y esto ha hecho que nuestras relaciones se dieran en cuartos oscuros, con música a todo volumen, y alcohol que impedían unas relaciones sanas y personales. Discursos como el suyo han dejado muertos y en el infierno a muchos de mis hermanos y hermanas, impidiéndoles que desarrollaran una afectividad sana y madura, encerrándonos en guetos, y haciéndonos crear estilos de vida y de relación insanos y que atentan contra la dignidad de las personas.
Pero gracias a Dios las cosas están cambiando. Yo soy homosexual y soy feliz. Y muchos hermanos y hermanas míos viven su amor, sus relaciones de pareja, y muchos ya su matrimonio, desde el amor y la fidelidad, la entrega y la donación. Y son felices y se saben amados de Dios.
¿Desde cuando amar ha sido pecado en el cristianismo? La homosexualidad, no es cuestión de sexo, ni de prostitución, ni de depravación, ni de enfermedad, aunque muchas de las personas que se acercan al confesionario, que han internalizado discursos como el suyo lo hayan vivido así. La homosexualidad, es cuestión de amor.
Se lo vuelvo a decir: soy feliz. Y lucho cada día por vivir según el seguimiento de Jesús desde lo que soy. Me sé y me siento amado por Dios y aceptado por él. Las personas homosexuales no necesitamos más condenadas. Necesitamos que una Iglesia samaritana nos acompañe en el camino de nuestra reintegración plena en la sociedad, pues ha sido ella en gran medida la que nos ha puesto en los márgenes, y nos ayude a vivir el Evangelio desde nuestra realidad.

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