sábado, 28 de junio de 2014

EL ROPERO


Género: Cuento
Autor : Favio A Lucero


0igo voces adentro del ropero.

_“¿vos no serás igual que ellos?”

Me preguntó mi papá como una condena, después que me vio intercambiar dos palabras y un saludo con Mario en la plaza.

Ahora estoy acá adentro del ropero, en el altillo de casa. Nadie lo sabe, me buscan por todos lados. Pero yo se muy bien, que no me van a encontrar. Este es un lugar oscuro, sin oxígeno, absurdo. Explorarlo exige mucha valentía y todos le temen a la intimidad y a las alturas. Por fuera no llama la atención. Aunque de este lado, es todo profundo y desconocido. Se puede escuchar agudizando el oído, los acordes de un piano y el canto ausente y distante de las palomas.
Desde abajo puedo ver las camisas colgadas, los trajes, sobretodos, polleras, vestidos. A veces  me aburro un poco, pero encontré el modo de entretenerme, contando los cuadros de las telas, los estampados, e imaginando modelitos,  o diseños nuevos. Y Metiendo personas entre la ropa. También hay frazadas, almohadas y zapatos con olor a naftalina.

Desde que me di cuenta, llevo meses, años, encerrado entre estas paredes de madera. Años escondiendo mi secreto. Enmudeciendo los sentimientos y esperando como la tierra en sequía.
La llave la tengo yo. Nadie podrá abrir y sorprenderme. Yo decido cuándo salir. Afuera no soy yo, me siento demasiado vulnerable.

Acá recito y escribo poemas como mensajes de auxilio, que envío al exterior.

“hecho para amar, dignidad humana
Derecho a amar, pero despojado”

Otras veces, canto  canciones inventadas para preguntarme porqué. Me pregunto ¿porqué estoy acá? ¿A quién obedecer?
Quisiera engendrarme yo mismo de nuevo.
Voy repitiendo la letra, para que surja la melodía con sonidos suaves, cuando estoy triste, o alegres cuando estoy contento. Hasta me traigo la comida y algo para beber. Vivo como anacoreta en su ermita.
De noche o de día, nublado o con sol, el ropero es mi caja salvadora, como el arca de Noe. Por eso estoy tan aferrado navegando mar adentro, cual balsa al país de la libertad.


Es así que decidí escribir esta carta desde mi exilio, arrancando una hoja de mi diario íntimo, para contarte de aquellos años, los iniciales.  Cuando me descubrí sintiendo y mirando las cosas desde otro lado.



“sin acercarse, sin mirar
Ni amigo, ni cómplice
Hay que renunciar”

Me tenía que callar en el colegio y en todos lados, porque en el fondo sabía, intuía, que no debía hablar, ni decir lo que pensaba.
En los recreos me encerraba en el baño. De pie, con las piernas abiertas sobre el hueco nauseabundo de los retretes, para que nadie me encontrara y no me invitaran a jugar al fútbol. Era una tortura la pelota. Y los recreos interminables. Conocía de memoria los rincones y las baldosas del patio cubierto de la escuela.
Tampoco me dejaban mirarme al espejo del comedor, porque siempre que nos sentábamos a la mesa, cuando hablaba, me miraba mucho y hacía gestos muy sueltos. “no te mires al espejo” resonaba como advertencia.
Expresarme con palabras poco comunes, también estaba prohibido para mi.
La maestra, mandaba a llamar a mi mamá, porque no me integraba con todos  sólo con unos pocos.
En la adolescencia me encerraba en el baño, para no ir a las fiestas. No quería demostrar nada. La pasaba muy mal, simulando una postura. Me sentía observado por todos, demasiado expuesto. Rechazaba absolutamente todas las invitaciones a salir con mis amigos.
Un par de veces, dando rienda suelta a mi expresividad artística e histriónica, me disfracé .Ahí la represión fue contundente y vino acompañada de mandatos muy claros y definitivos. Nunca más lo intenté.


“No pasar la barrera
Negarse a sentir
Porqué, Porqué”

Tenía que crecer y no podía. Tenía que ser y no podía.


Un camino con muchas señales, se me presentó entonces. Como un peregrino, emprendí un viaje muy largo, al País  más lejano. El centro de mi esencia.  Que con muchas razones fui andando de a poco. De a poco me sentí seguro y contenido. Me ahorré un largo tiempo de inventar otras razones. Porque los argumentos sobraban, todo me cerraba, porque a todos les cerraba y nadie reclamaba ni pedía más explicaciones.

La Iglesia, torre de marfil, fue ese lugar perfecto para refugiarme. Aunque sometido al martirio de una doctrina condenatoria.
 Con el auto flagelo de un forzado angelismo, que censura y juzga sin conocer el corazón. Negando lo evidente. Con  mucho miedo a lo natural, a lo espontáneo. Curiosamente coincidente con las indicaciones familiares inculcadas. Por todo eso, a Mario no lo saludé más. El quedó signado hasta hoy por la condena de todo el pueblo. Y yo, libre de toda sospecha, libre de culpa y cargo, aunque no fuera feliz.

“Quién me dará la respuesta
Quién intentará explicarlo
No se puede, no se puede
Es injusto y lo injusto
No tiene sentido”

 En un momento, el camino elegido me llevó  más lejos y lejos de alejarme, me acercó no al pueblo, ni la familia, sino a mí mismo.
Tomé distancia a la distancia. Tomé otro rumbo, un atajo, un desvío. Perdí toda seguridad y amparo. El mar me devolvió a las costas de mi verdad.
Verdad incómoda, inquieta, oculta, verdad nueva, auténtica, sin maquillaje, ni disfraz.

“no debía ser
La misma capacidad de amor
Siento y deseo igual”

Mi verdad es un sendero estrecho, testigo de mis largos silencios, de desengaños, de sufrir anónimo y solitario. Un paisaje agreste, desierto, que sabe de las luchas, de los sueños. Sendero de destierro con dolor. Hoy largamente recorrido y desandado.

Te extrañará el tono de mi relato, pero debo aclararte querido amigo, que esta es mi última carta. Ya no recibirás estas líneas,  ni mucho menos te contaré de mi pasado.
 A lo mejor, probablemente, te envíe poemas y canciones nuevas, que hablan de lo hermoso que es estar afuera y sentirme como me siento, más vivo que nunca.
Ya no sueño utopías azules ni universales. Vivo la realidad de los momentos y las horas. Mis noches tienen la esperanza y el olor, de las mañanas frescas de verano.
La búsqueda y la lucha terminaron cuando decidí, dejar esta vida adentro del ropero.
Al salir, el sol me iluminó la cara y los ojos para ver lo esencial. Me dejé empapar por la lluvia. Entonces, me encontré con el amor, que le dio sentido a todo.
Hoy, soy lo que soy.

P/D: En casa, todavía no saben nada.

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