sábado, 28 de junio de 2014

EL ROPERO


Género: Cuento
Autor : Favio A Lucero


0igo voces adentro del ropero.

_“¿vos no serás igual que ellos?”

Me preguntó mi papá como una condena, después que me vio intercambiar dos palabras y un saludo con Mario en la plaza.

Ahora estoy acá adentro del ropero, en el altillo de casa. Nadie lo sabe, me buscan por todos lados. Pero yo se muy bien, que no me van a encontrar. Este es un lugar oscuro, sin oxígeno, absurdo. Explorarlo exige mucha valentía y todos le temen a la intimidad y a las alturas. Por fuera no llama la atención. Aunque de este lado, es todo profundo y desconocido. Se puede escuchar agudizando el oído, los acordes de un piano y el canto ausente y distante de las palomas.
Desde abajo puedo ver las camisas colgadas, los trajes, sobretodos, polleras, vestidos. A veces  me aburro un poco, pero encontré el modo de entretenerme, contando los cuadros de las telas, los estampados, e imaginando modelitos,  o diseños nuevos. Y Metiendo personas entre la ropa. También hay frazadas, almohadas y zapatos con olor a naftalina.

Desde que me di cuenta, llevo meses, años, encerrado entre estas paredes de madera. Años escondiendo mi secreto. Enmudeciendo los sentimientos y esperando como la tierra en sequía.
La llave la tengo yo. Nadie podrá abrir y sorprenderme. Yo decido cuándo salir. Afuera no soy yo, me siento demasiado vulnerable.

Acá recito y escribo poemas como mensajes de auxilio, que envío al exterior.

“hecho para amar, dignidad humana
Derecho a amar, pero despojado”

Otras veces, canto  canciones inventadas para preguntarme porqué. Me pregunto ¿porqué estoy acá? ¿A quién obedecer?
Quisiera engendrarme yo mismo de nuevo.
Voy repitiendo la letra, para que surja la melodía con sonidos suaves, cuando estoy triste, o alegres cuando estoy contento. Hasta me traigo la comida y algo para beber. Vivo como anacoreta en su ermita.
De noche o de día, nublado o con sol, el ropero es mi caja salvadora, como el arca de Noe. Por eso estoy tan aferrado navegando mar adentro, cual balsa al país de la libertad.


Es así que decidí escribir esta carta desde mi exilio, arrancando una hoja de mi diario íntimo, para contarte de aquellos años, los iniciales.  Cuando me descubrí sintiendo y mirando las cosas desde otro lado.



“sin acercarse, sin mirar
Ni amigo, ni cómplice
Hay que renunciar”

Me tenía que callar en el colegio y en todos lados, porque en el fondo sabía, intuía, que no debía hablar, ni decir lo que pensaba.
En los recreos me encerraba en el baño. De pie, con las piernas abiertas sobre el hueco nauseabundo de los retretes, para que nadie me encontrara y no me invitaran a jugar al fútbol. Era una tortura la pelota. Y los recreos interminables. Conocía de memoria los rincones y las baldosas del patio cubierto de la escuela.
Tampoco me dejaban mirarme al espejo del comedor, porque siempre que nos sentábamos a la mesa, cuando hablaba, me miraba mucho y hacía gestos muy sueltos. “no te mires al espejo” resonaba como advertencia.
Expresarme con palabras poco comunes, también estaba prohibido para mi.
La maestra, mandaba a llamar a mi mamá, porque no me integraba con todos  sólo con unos pocos.
En la adolescencia me encerraba en el baño, para no ir a las fiestas. No quería demostrar nada. La pasaba muy mal, simulando una postura. Me sentía observado por todos, demasiado expuesto. Rechazaba absolutamente todas las invitaciones a salir con mis amigos.
Un par de veces, dando rienda suelta a mi expresividad artística e histriónica, me disfracé .Ahí la represión fue contundente y vino acompañada de mandatos muy claros y definitivos. Nunca más lo intenté.


“No pasar la barrera
Negarse a sentir
Porqué, Porqué”

Tenía que crecer y no podía. Tenía que ser y no podía.


Un camino con muchas señales, se me presentó entonces. Como un peregrino, emprendí un viaje muy largo, al País  más lejano. El centro de mi esencia.  Que con muchas razones fui andando de a poco. De a poco me sentí seguro y contenido. Me ahorré un largo tiempo de inventar otras razones. Porque los argumentos sobraban, todo me cerraba, porque a todos les cerraba y nadie reclamaba ni pedía más explicaciones.

La Iglesia, torre de marfil, fue ese lugar perfecto para refugiarme. Aunque sometido al martirio de una doctrina condenatoria.
 Con el auto flagelo de un forzado angelismo, que censura y juzga sin conocer el corazón. Negando lo evidente. Con  mucho miedo a lo natural, a lo espontáneo. Curiosamente coincidente con las indicaciones familiares inculcadas. Por todo eso, a Mario no lo saludé más. El quedó signado hasta hoy por la condena de todo el pueblo. Y yo, libre de toda sospecha, libre de culpa y cargo, aunque no fuera feliz.

“Quién me dará la respuesta
Quién intentará explicarlo
No se puede, no se puede
Es injusto y lo injusto
No tiene sentido”

 En un momento, el camino elegido me llevó  más lejos y lejos de alejarme, me acercó no al pueblo, ni la familia, sino a mí mismo.
Tomé distancia a la distancia. Tomé otro rumbo, un atajo, un desvío. Perdí toda seguridad y amparo. El mar me devolvió a las costas de mi verdad.
Verdad incómoda, inquieta, oculta, verdad nueva, auténtica, sin maquillaje, ni disfraz.

“no debía ser
La misma capacidad de amor
Siento y deseo igual”

Mi verdad es un sendero estrecho, testigo de mis largos silencios, de desengaños, de sufrir anónimo y solitario. Un paisaje agreste, desierto, que sabe de las luchas, de los sueños. Sendero de destierro con dolor. Hoy largamente recorrido y desandado.

Te extrañará el tono de mi relato, pero debo aclararte querido amigo, que esta es mi última carta. Ya no recibirás estas líneas,  ni mucho menos te contaré de mi pasado.
 A lo mejor, probablemente, te envíe poemas y canciones nuevas, que hablan de lo hermoso que es estar afuera y sentirme como me siento, más vivo que nunca.
Ya no sueño utopías azules ni universales. Vivo la realidad de los momentos y las horas. Mis noches tienen la esperanza y el olor, de las mañanas frescas de verano.
La búsqueda y la lucha terminaron cuando decidí, dejar esta vida adentro del ropero.
Al salir, el sol me iluminó la cara y los ojos para ver lo esencial. Me dejé empapar por la lluvia. Entonces, me encontré con el amor, que le dio sentido a todo.
Hoy, soy lo que soy.

P/D: En casa, todavía no saben nada.

HOY DIA DEL ORGULLO GAY el origen


En la madrugada del 28 de junio de 1969 tuvo lugar uno de los hechos que, sin saber muy bien cómo ni por qué, se convirtió en un hito y un referente en la historia contemporánea del mundo y muy en especial en la historia de la lucha por los derechos civiles, hablamos de la revuelta marica ocurrida en el Stonewall Inn, un bar del Greenwich Village de Nueva York.
stonewall-innNo fue la primera revuelta entre los representantes de un sistema injusto y una minoría discriminada, ni fue la primera donde esa minoría estaba formada por aquellos que por causa de su orientación sexual eran señalados como enfermos o delincuentes. Diez años antes incidentes similares se habían producido en la cafetería Cooper´s Donuts de los Ángeles y tres años antes en la cafetería Compton de San Francisco.
La revuelta del Stonewall no destacó por ser excesivamente violenta, no hubo muertos ni heridos graves. Y tampoco fue un acto de reivindicación política, organizado o dirigido por intelectuales o activistas que luchaban por los derechos homosexuales. Sin embargo, ahí quedó en la memoria de todos como el momento y el lugar en el que alguien dijo que no. Que ya estaba bien, que esta vez ya no agacharían la cabeza y no sufrirían la humillación de ser tratados como pervertidos o criminales, cuando su único delito era ser ellos mismos y tratar de disfrutar de algunos de los privilegios que los demás entendían y vivían como algo normal. Cosas tan simples como divertirse, reír, bailar y amar.
Eran tiempos convulsos y de cambio en los que una generación que había nacido tras la segunda guerra mundial pedía paso. Eran los tiempos de la guerra fría, del anticomunismo y la lucha por los derechos civiles, de Vietnam y Nixon. Era el verano del amor, y al ritmo de los Beatles, de Elvis, los Rolling, Bob Dylan o Joan Baez, la minoría dentro de las minorías se reunía en antros y tugurios escondidos, donde por tres dólares, consumición incluida, podían sentirse seguros mientras bailaban, charlaban y bebían el alcohol rebajado que las mafias que controlaban ese mundo underground,  tenían a bien ofrecerles. Todo ello por supuesto con el visto bueno de una policía corrupta que cobraba su parte a cambio de hacer la vista la gorda y limitarse a cubrir el expediente.
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En Nueva York, el Greenwich Village, un pequeño oasis de tolerancia y diversidad, se había convertido en un polo de atracción para cualquier homosexual que buscara un sitio donde encajar. Y en el Village el tugurio de moda era el Stonewall Inn. Ahí se reunía lo mejor de cada casa. Jóvenes que habían sido echados de sus hogares por maricas, chaperos, travestis y drag queens con sus mejores galas o con el vestido que habían tomado prestado a sus madres. Mariquitas locas libres de ser y sentirse todo lo locas que quisieran, rudas  camioneras, marimachos y discretas bolleras. Homosexuales de todos los pelajes y de todos los colores, negros, blancos, asiáticos, latinos alternando con hombres casados y padres de familia respetables que una vez al mes o a la semana se tomaban un descanso de esa rutina de mentiras que llamaban vida. Todos ellos se juntaban en este restaurante reconvertido en bar de ambiente que cada noche abría sus puertas para ofrecerles un poco de diversión.
Y así solía ser, exceptuando alguna noche y en horas de poca concurrencia, cuando de pronto las luces se encendían y tenían que enfrentarse a una realidad uniformada de azul que los detenía, humillaba, amenazaba, extorsionaba o simplemente arruinaba sus vidas exponiendo su más oculto secreto a la luz pública. Adiós familia, estudios, trabajo, carrera, reputación. Y todo en nombre de la decencia, la moral y una “american way of life” en plena decadencia.
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Esto fue precisamente lo que ocurrió el 29 de junio de 1969, pero en esa ocasión pasada la una de la madrugada, cuando con el bar lleno, la luz se encendió y la policía entró en el local. Unas cuantas maricas salieron corriendo, el alcohol vendido sin licencia fue requisado, comenzaron las identificaciones y el bar empezó a ser desalojado.
Pero, al contrario de lo que hasta entonces solía ocurrir, los maricas, travelos, bolleras y drags   que abarrotaban el bar se rebelaron negándose a colaborar, en tanto que aquellos que habían sido expulsados del bar no se dispersaron rápidamente como era costumbre y así, pronto una pequeña multitud de clientes y curiosos se arremolinó a las puertas del local.
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Cuando las unidades de refuerzo llegaron para llevarse arrestados a los clientes que la policía custodiaba en el interior del local varios cientos de personas estaban fuera aguardando. Conforme los agentes iban haciendo entrar a los detenidos en los vehículos el ambiente se fue tensando, algunos empezaron a cantar la canción “Venceremos” de Joan Baez y unos pocos puños se alzaron al grito de “Gay Power”, otros comenzaron a burlarse de la policía y a lanzar monedas (en referencia a los pagos que la mafia hacía a la policía) y alguna botella a los coches patrulla. Los detenidos que eran conducidos a los vehículos, luchaban, protestaban e intentaban zafarse de la policía que empezó a responder con violencia, la gente abucheaba. Según cuentan, una de estas detenidas animó a la gente a hacer algo, y fue en ese momento en que la tensión estalló y empezó el caos.
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Pronto, más de medio millar de personas se encontraron envueltas en una trifulca en toda regla donde volaban las botellas, las monedas y las piedras. Algunos policías huyeron en sus coches patrulla mientras que el resto se atrincheró dentro del local cerrando la puerta junto a varios detenidos y un periodista. Los agentes, acostumbrados a la docilidad de los gays, perplejos, comenzaron a sentir miedo. Unas drags, encolerizadas, arrancaron un parquímetro y lo utilizaron como ariete para intentar derribar la puerta y asaltar el local. Botellas, basura, piedras, ladrillos y contenedores eran lanzados contra la fachada y las ventanas tapiadas que se rompieron. Tras saltar la chispa, el fuego había prendido y no sólo en sentido metafórico.
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Después de más de media hora de acoso la situación pareció descontrolarse cuando las puertas del local se abrieron y un policía con pistola en mano amenazó a la gente con disparar. De pronto se oyeron sirenas y aparecieron los antidisturbios y los bomberos. La revuelta entonces paso a una segunda fase. Los refuerzos policiales rescataron a sus compañeros del interior del Stonewall y empezaron a detener a todos los que podían con la intención de despejar las calles. Pero la multitud, que seguía aumentando en número, no estaba por la labor. Frente a los antidisturbios se colocó una fila de travestis y gays en formación coral cantando y bailando levantando las piernas, burlándose de unos agentes nada acostumbrados al desafío de esos enfermos y pervertidos. Durante la siguiente hora y media las persecuciones se sucedieron, los coches volcados, los policías persiguiendo a los manifestantes y los manifestantes persiguiendo a los policías al grito de ¡cogedlos!, hasta que hacia las 4 de la madrugada todo quedó despejado y en silencio. El saldo de esa noche histórica fue de 13 detenidos, 4 policías heridos y varios manifestantes hospitalizados.
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Al día siguiente, los panfletos, las noticias, los rumores, las reivindicaciones y las denuncias sobre la situación a la que se enfrentaba la comunidad gay llenaron las calles del Village y durante las noches posteriores se volvieron a repetir unos altercados a los que más y más gente se fue sumando. Y ya no eran solo drags, chaperos o clientes del Stonewall, sino hombres y mujeres gays junto a heterosexuales que se unieron para protestar y levantar la voz al grito de Gay Power. Personas que habían perdido el miedo y reclamaban su espacio. Y cuando por fin tras casi una semana de enfrentamientos y protestas todo terminó y la calma volvió al Village, algo había cambiado para siempre.
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Los movimientos homófilos y la lucha por los derechos de la comunidad LGBT no nacieron en Stonewall, pero Stonewall señaló un punto de inflexión. De pronto se pasó de reivindicar un pequeño espacio en la sociedad donde pudiéramos vivir sin hacer mucho ruido y sin molestar a nadie, a reivindicar que estábamos ahí y que nos gusta como somos, que no nos íbamos a ir y que no íbamos a cambiar, escondernos o disimular. Ya no pediríamos perdón por ser como somos, ya no nos íbamos a avergonzar, y ya no suplicaríamos la caridad de nadie. Tocaba exigir.
La respuesta a ese cambio de estrategia fue inmediata. Por fin las personas gays, lesbianas, bisexuales y transexuales se podían identificar con una lucha que hasta entonces se había limitado a piquetes hetero normativos de la Sociedad Mattachine, cuyos integrantes daban vueltas con carteles pidiendo derechos y auto reprimiendo cualquier muestra de diferencia. Stonewall fue una inspiración para la comunidad LGBTI americana primero y para el mundo después.
foto-manifestación-1970Tras las revueltas una mecha se encendió en Estados Unidos y las asociaciones de grupos LGBTI se multiplicaron por todo el país. Apareció una prensa gay y ese mismo año nació el Frente de Liberación Gay y la Alianza de Activistas Gays,  grupos que ya no escondían quienes eran tras ambiguos nombres como la Sociedad Mattachine o Las Hijas de Bilitis. Había nacido la visibilidad, el coming out, el orgullo de ser quien eres. Y el 28 de junio de 1970 en el primer aniversario de la revuelta, el Día de la Liberación de Christopher Street, se convocó una manifestación hacia central park.
Si el año anterior el piquete anual de la Sociedad Mattachine que se celebró una semana después de la revuelta había reunido poco más de 50 personas ataviados con sus trajes, corbatas y faldas, dando vueltas en círculos mientras sostenían pancartas que protestaban por el trato que les daban las leyes federales o que reclamaban simplemente que los homosexuales eran personas, un año después, 10.000 personas marcharon por la quinta avenida con carteles donde se podía leer “I’m a lesbian”,”Gay Power” y “Freedom”.
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Y esto no se limitó a Nueva York. El primer año marchas simultáneas se celebraron en los ángeles y Chicago. Al año siguiente el orgullo ya había saltado el charco con manifestaciones en París, Berlín y Estocolmo mientras en Estados Unidos otras ciudades como Boston, Dallas, Atlanta, Detroit, Washington, Miami y Filadelfia se unían a las marchas. Y cada año más y más ciudades de todo el mundo se fueron uniendo, hasta que hoy en día, 44 años después, en un número incontable de ciudades grandes y pequeñas, cientos, miles e incluso millones de personas, se reúnen y marchan una vez al año para decirle al mundo, que estamos aquí con orgullo y que ya no nos escondemos, para mostrarles a aquellos que aún siguen sufriendo la represión, la violencia, la injusticia de leyes, gobiernos y sociedades intolerantes, que no están solos y que sí  que hay esperanza. Y de este modo la lucha continúa y continuará, y a pesar de las prohibiciones, cada año una nueva ciudad o un nuevo país se une a la larga lista de aquellos que celebran el día del orgullo LGBTI.

miércoles, 25 de junio de 2014

“Los derechos LGTB son derechos humanos”


Tiene cuatro años, se llama Matteo y es el amigo inseparable de mi hija pequeña. Nunca se separa de su muñeca, la lleva a todas partes, aunque medio escondida; seguro que ya habrá oído aquello de que un niño no puede jugar con muñecas. El otro día le pregunté: “Matteo, ¿qué tienes ahí?” , y él escondió su muñeca debajo de la camiseta. “¿Es una Barbie?”, le pregunté. Pero él no se atrevió a decir ni una palabra. “Yo tenía una Barbie cuando era pequeño. ¡Me encantaba!”, le dije, mientras mi hija añadía: “Y yo tengo otra”. En ese momento Matteo sacó su muñeca y la levantó como un trofeo para enseñármela y preguntarme emocionado: “¿Era como esta?”. “Parecida”, le dije, “pero la tuya es mucho más bonita”. Desde ese día, siempre viene a enseñarme su muñeca cuando me ve.
Matteo tiene derecho a ser feliz, a jugar con aquello que más le gusta, a ser aceptado y querido tal y como es. A que su padre y su madre lo miren con orgullo y amor. Matteo tiene derecho a no ser señalado y estigmatizado, a crecer viendo respetada su manera de ser. Tiene derecho a recibir una educación en la diversidad donde no haya una forma mejor de ser hombre que otra. Tiene derecho a recibir una educación religiosa que le muestre a un Dios de amor que le acompaña a lo largo de su vida, en cada una de las cosas que hace: en las maravillosas, y en las que no lo son tanto. Tiene derecho a decir algún día de quien se ha enamorado, o quien le gusta, a explicar a sus amistades como ha sido su primera relación sexual, como se ha sentido, que le ha parecido. Tiene derecho a vivir una adolescencia segura, sin ser el blanco de ningún matón, y a que su entorno escolar sea un lugar seguro donde pueda desarrollar todas sus potencialidades.
Matteo, y millones de personas como él en todo el mundo, tienen derecho a decidir si quieren o no quieren casarse, y con quién quieren hacerlo. Tiene derecho a pedir o no una bendición religiosa de su unión, o a celebrarla con un gran banquete con la gente a la que quiere; tiene derecho a elegir hacer eso, o a elegir que no quiere hacerlo. Matteo tiene todo el derecho del mundo a tener hijas e hijos a los que vestir con el mismo cariño con el que viste a sus Barbies. El mismo derecho a formar la familia que él y su pareja deseen. Como todo el mundo debería tener derecho a un empleo, pero además, a un empleo donde no tenga que esconder a quien ama o tenga que fingir que es otra persona.
Matteo debería tener derecho a vivir en paz en el lugar que él desee, pero si la homofobia no se lo permitiese, como a millones y millones de personas que algún día fueron niños o niñas como Matteo y que ahora ven peligrar su vida por una leyes que los criminalizan o incluso los asesinan; debería tener derecho a ser acogido en un país como el nuestro, o cualquier otro donde los derechos humanos estén por encima del derecho de la homofobia.
Si Matteo decide tener hijos e hijas debería tener derecho a que la sociedad en la que vive respete la diversidad familiar. Derecho también a que si es creyente, la religión que profese, integre a su familia como a todas las demás. Matteo puede enfermar, como cualquier otra persona del mundo, y por eso tiene derecho a ser atendido con el respeto y con la dignidad que merece sin dejar a un lado quien es y como es. Si Matteo algún día es seropositivo, tiene derecho a no ser marginado, y a recibir la medicación necesaria para poder vivir… un derecho que no debería depender del país ni del nivel económico que tenga Matteo.
Tiene derecho a envejecer y ser atendido con la misma dignidad que el resto de personas, tiene derecho a vivir su diversidad también cuando sea una persona mayor. La diversidad es algo que nos acompaña toda la vida, no sólo en la adolescencia y juventud. Por eso Matteo tiene derecho a políticas que permitan integrar la diversidad en el último tramo de su vida.
Todo lo dicho es evidente para personas con un mínimo de sensibilidad y empatía, pero la realidad con la que seguimos encontrándonos es que todavía falta mucho para que personas como Matteo tengan los derechos más básicos protegidos. Por eso durante esta semana las celebraciones del Pride girarán entorno al lema: “Los derechos lgtb son derechos humanos”.
Es difícil entender porque el cristianismo no está por los derechos de niños como Matteo. Todavía se mantienen en paradigmas desfasados enfrascados en saber si éste o aquel versículo dice o no dice esta cosa, si aquella palabra puede interpretarse de una u otra manera… Una mirada realmente evangélica se posicionaría claramente al lado de Matteo, para intentar ofrecerle una vida realmente plena y feliz. Pero todavía muchos están ahí, incluso los más avanzados, teorizando con sus teologías y explicándonos griego, antropología hebrea, etc, etc.. pero olvidando la vida de tantos y tantas Matteos que viven a su alrededor. Hay cientos de millones de Matteos en este mundo, y muchos menos versículos con los que estigmatizarlos. Aunque sólo un Matteo, vale más que toda la ley divina  junta.
El próximo viernes día 27 de Junio en Barcelona, Protestants Inclusius se reunirá para decir que los derechos lgtb son derechos humanos, y que nuestro compromiso con el evangelio nos anima a trabajar para que algún día no tengamos que afirmar una cosa tan evidente. Por mucho que los fundamentalistas griten, que saquen toda su artillería pseudoteológica, sabemos bien claro que la homofobia fundamentalista no está del lado de Matteo y su muñeca. Pero con mucha más claridad aún , sabemos que el evangelio sí lo está. Sólo quien desea un mundo mejor para Matteo, está por el evangelio… todo lo demás son excusas para defender un sistema obsoleto que nos puede hacer sentir seguros, pero que no tiene nada que ver con el cristianismo.
Si crees que los derechos lgtb son derechos humanos, si crees que el evangelio te compromete con la defensa de estos derechos:   miles de Matteos te esperan cada día para que pongas tu granito de arena en la construcción de un mundo donde puedan levantar sus barbies como otros niños y niñas levantan sus trofeos.
Carlos Osma

sábado, 14 de junio de 2014

Predicó por vez primera un Sacerdote trans


 Esta semana hemos conocido también que en la Catedral Nacional de Washington, de la Iglesia episcopaliana, ha predicado por vez primera un sacerdote trans, Cameron Partridge. Se trata, conviene recordar, de uno de los templos cristianos más importantes de Estados Unidos, con una notable trayectoria en la defensa de las personas LGTB. En enero de 2013, por ejemplo, se anunció que se celebrarían allí bodas del mismo sexo. Con motivo de la sentencia del Tribunal Supremo anulando la sección tercera de la DOMA, la norma que prohibía a la administración federal reconocer los matrimonios entre personas del mismo sexo, sus campanas tañeron durante casi una hora. La predicación de Partridge es pues plenamente coherente con su línea de acción. En palabras del reverendo Gary Hall, decano de dicha catedral, “Como activista tanto dentro de la Iglesia como en la comunidad en general, espero que la presencia de Cameron en el púlpito enviará un mensaje simbólico de apoyo a una mayor igualdad para la comunidad transgénero, que sufre violencia, discriminación, desempleo, carencia de hogar y desigualdad económica”.
Cameron Partridge es uno de los siete sacerdotes abiertamente trans de la rama estadounidense de la comunión anglicana. Poco antes de ordenarse comentó a su obispo Thomas Shaw que estaba en transición de mujer a varón. El obispo apoyó su decisión y Cameron fue ordenado. Partridge marcó también un hito al ser nombrado capellán en la universidad de Boston en 2011, y durante estos años ha trabajado activamente a favor de la inclusión de las personas trans. Como uno de los resultados más visibles, la catedral episcopaliana de Boston celebra ahora cada año un homenaje en el Día Internacional de la Memoria Transgénero, en recuerdo de quienes han muerto a causa de su identidad de género.
Noticias, en definitiva, que dejan translucir movimientos importantes en el cristianismo protestante norteamericano hacia la igualdad de las personas LGTB. Es significativo además que estos movimientos se extiendan ya más allá de las iglesias “liberales”. Iglesias como la episcopaliana acumulan ya años de aceptación progresiva de las personas LGTB, pero las iglesias baptistas, por ejemplo, siguen siendo fuertemente homófobas. A ello hay que añadir el surgimiento de figuras como el activista gay y cristiano Matthew Vines, de quien ya hemos hablado en entradas anteriores. Procedente de una familia y entorno evangélicos muy conservadores, Vines acabó por aceptar su orientación y considerarla compatible con la Biblia. Un proceso de aceptación que resultó costoso no solo para él, también para su padre, quien ha contado lo duro que le resultó aceptar la homosexualidad de su hijo, que ha traído consigo el alejamiento de su iglesia local.
Como bien ha señalado un periodista de información religiosa de Estados Unidos, parece que las visiones progresistas ganan terreno en las iglesias norteamericanas después de años en que mayoritariamente el protagonismo y la presencia mediática parecían reservadas a los conservadores.
Fuente Dosmanzanas